Esta versión española de la adaptación teatral escocesa de 2013 de la película disparate de Lars Von Trier de 2006, solo cuenta con ese nombre para atraer incautos. La versión española está escrita, escenografiada e interpretada de forma deficiente, de manera que su promoción resulta engañosa.
El director argentino Ricardo Hornos y el actor español Fernando Gil han trabajado conjuntamente para adaptar el humor danés/escocés al nuestro, loable propósito que se queda en el limbo de chistecitos sin gracia y algunas referencias políticas y culturales desubicadas: mejor, dejar las cosas como fueron planteadas hace dos décadas. El trabajo más importante lo había hecho ya Jack McNamara en la adaptación teatral que fue repuesta en 2020 en Londres con protagonista femenina y convertida en digital a través de la plataforma Zoom. Aquí, en vez de avanzar hacia ChatGPT nos hemos quedado en Outlook.
El original quiso ser una crítica de la inoperancia de los staffs de las grandes empresas y de su falta de real empatía hacia sus subordinados. Estamos en una star-up a punto de venderse en un buen pelotazo. El comprador quieren conocer al jefe. Pero ese jefe no existe. Es un personaje ficticio creado por el gestor para endosarle las decisiones más incómodas que ha ido tomando. De modo que contrata a un conocido, actor mediocre, para que haga el papel. Y las cosas se complicarán porque no se limitará a cumplir su papel. El comprador islandés ahora es chino y de los cuatro subalternos a los que tendrá que enfrentarse, uno es una actriz argentina con el más insufrible deje porteño y el papel más ridículo de todos.
La idea no es mala y se presta a esos diálogos chispeantes y escenas equívocas que rellenan las comedias convencionales. El director y co-adaptador Ricardo Hornos, llega precedido de premios en Nueva York y Londres, y dispuesto a sumarse a la abundante presencia argentina en las tablas españolas: ‘Al pasar del humor danés al español, creo que se ha vuelto bastante más graciosa’; dice haber reído ‘a carcajadas’ escribiendo esta adaptación ‘al español castizo’: ‘Hay aspectos culturales que hacen que ciertas situaciones, ciertos chistes, ciertos giros, ciertos guiños sobre todo, funcionen mejor en uno idioma que en otro’. El protagonista y co-adaptador Fernando Gil insiste en este propósito: ‘Al ser una película del norte de Europa, a veces le faltaba ese carácter más mediterráneo que demanda el texto para que el público de aquí entrara al trapo desde el minuto uno’, así que esta versión se aparta del ‘carácter aséptico que tienen los daneses en el trato social para imprimir una personalidad más apasionada y explícita de nuestra cultura’.
En ello se han empleado a fondo y el exceso de tacos, ademanes, muecas, aspavientos y mohínes es horripilante desde las primeras escenas, especialmente en el caso del protagonista, un actor de larga carrera, que ha hecho cosas de mérito (ver nuestras reseñas de ‘Enrique VIII’, ‘El idiota’ y ‘Los hermanos Karamázov‘) además de estropearse en teleseries exitosas, y que aquí no es que sea una caricatura de actor, es una marioneta desenfrenada. Quizás sea el culpable el director que también consigue hacer de Críspulo Cabezas otro adefesio gesticulante y gritón en el papel del oportunista engañabobos a punto de hacer el negocio de su vida con una empresa que ha inventado un software que ni él sabe para qué sirve. Carol Rovira y Viti Suárez al menos se prodigan en dos papelitos, siendo el segundo de ella el único con algo de gracia en la obra, esa apañada traductora del cantonés. Aure Sánchez hace algo tan discreto que se escurre de toda consideración, y a Laura Laprida ya la hemos mencionado como todo lo contrario, hasta bajarse las bragas y poner el culo en pompa encima de la mesa del jefe sin que venga a cuento.
La dramaturgia de Jack McNamara no deslumbró a nadie en su momento. La escenografía es mala y pobre, con un exceso de pantallas y proyecciones ininteligibles que sería incomprensible si ignoramos que esta productora argentina parece ser especialista en eventos de mucho despliegue audiovisual. El abundante equipo de producción ha puesto en escena un montaje muy deficiente, groseramente comercial, que encima quiere disfrazar de crítica anticapitalista. El resultado solo satisfará a los más adocenados adictos a la tele. En cuanto al famosísimo Lars Von Trier, no diremos nada para no empeorar el dictamen.
VALORACIÓN DEL ESPECTÁCULO (del 1 al 10)
Interés: 5
Idea: 6
Versión: 4
Dirección: 5
Puesta en escena: 4
Interpretación: 5
Producción: 5
Programa de mano: n/h
Documentación: 5
Teatro Pavón
El jefe del jefe, de Lars Von Trier
Dramaturgia teatral: Jack McNamara
Versión: Ricardo Hornos y Fernando Gil
Dirección: Ricardo Hornos
Fernando Gil – Cristian, inefable actor que viene a encarnar al Jefe del Jefe.
Críspulo Cabezas – Gabriel, fundador de la empresa de tecnología donde transcurre la obra.
Carol Rovira – Merche, una de los subalternos y también la Intérprete del comprador chino.
Laura Laprida – Lila, la empleada de armas tomar
Viti Suárez – Jon, el más crítico de los socios minoritarios, y también Zhang, el comprador chino.
Aure Sánchez – Alex, el cuarto subalterno
Escenografía y proyecciones: Maxi Vecco
Vestuario: Pablo Battaglia
Música: Murci Buscayrol
Diseño de iluminación: Carlos Torrijos
Foto y Diseño: Javier Naval
RRSS y Contenidos Digitales: A13 Content
Ayudante de Dirección y Producción: Violeta Nemec
Productor Técnico: Matias Carbia
Producción Ejecutiva: Mariana Gómez Cora
Producción General: MP Producciones
Productores: Rimas Europe / Ricardo Hornos / Pablo Kompe.