EL ESTADO SIN “CIUDADANOS POR NACIMIENTO”

¿Por qué nadie nace con la nacionalidad del Vaticano? El misterio de la ciudadanía más exclusiva del mundo

Nadie en el planeta puede nacer siendo ciudadano vaticano, ni siquiera si su nacimiento ocurre dentro de los muros del pequeño Estado

¿Por qué nadie nace con la nacionalidad del Vaticano? El misterio de la ciudadanía más exclusiva del mundo

En pleno corazón de Roma, rodeado de historia y espiritualidad, la Ciudad del Vaticano destaca no solo por su pequeño tamaño —apenas 0,44 km²—, sino también por el carácter exclusivo de su ciudadanía. A diferencia de cualquier otro país del mundo, en el Vaticano nadie, absolutamente nadie, puede nacer siendo ciudadano vaticano. Ni aunque el parto suceda dentro de sus muros sagrados. Esta peculiaridad es mucho más que una anécdota: responde a un sistema jurídico y social diseñado expresamente para mantener la esencia y misión espiritual del Estado pontificio.

¿Por qué no hay «nacidos vaticanos»?

La respuesta es sencilla y sorprendente: la nacionalidad vaticana no se adquiere por nacimiento (ius soli), ni siquiera por descendencia (ius sanguinis). Se trata de una nacionalidad funcional, que solo se concede a personas con un vínculo directo con el funcionamiento y los servicios esenciales de la Santa Sede. Así, mientras en otros países basta con nacer en su territorio o ser hijo de ciudadanos para obtener la nacionalidad, en el Vaticano esto es imposible.

  • Solo quienes trabajan al servicio de la Santa Sede o cumplen funciones específicas pueden solicitar la ciudadanía.
  • La nacionalidad se otorga por concesión formal, tras una evaluación individual.
  • No es vitalicia: cuando se pierde el vínculo laboral o funcional con el Vaticano, también se pierde la ciudadanía.

¿Y si alguien nace dentro del Vaticano?

Aunque parece improbable, dado que el Vaticano no tiene hospitales ni salas de parto, no está prohibido dar a luz dentro de sus fronteras. Pero si esto sucediera, el recién nacido no obtendría automáticamente la nacionalidad vaticana. En estos casos, lo habitual es que se le otorgue la nacionalidad italiana, como si hubiese nacido en Roma. Además, los hijos de ciudadanos vaticanos tampoco heredan esta condición. Así, incluso los descendientes directos de los pocos habitantes del Estado más pequeño del mundo nacen con otra nacionalidad.

El perfil del ciudadano vaticano

La población actual del Vaticano ronda las 500 personas. Sin embargo, solo una parte son ciudadanos oficialmente reconocidos. En 2023, apenas unos 246 tenían pasaporte vaticano; la mayoría eran:

  • Altos cargos eclesiásticos (el Papa, cardenales).
  • Diplomáticos al servicio de la Santa Sede.
  • Miembros de la Guardia Suiza Pontificia (un cuerpo militar compuesto exclusivamente por varones suizos).
  • Algunos empleados y sus familiares directos (esposas e hijos pequeños).
  • Religiosas y religiosos que residen allí por funciones específicas.

Una vez que finalizan su misión o empleo en el Vaticano, estas personas pierden automáticamente la ciudadanía vaticana y recuperan únicamente su nacionalidad de origen, normalmente italiana o suiza.

Demografía singular: cifras y curiosidades

La demografía vaticana es tan peculiar como su sistema jurídico:

  • La tasa media anual de nacimientos es prácticamente nula: solo uno al año como máximo (hijos de miembros de la Guardia Suiza).
  • La mayoría absoluta de los habitantes son hombres (más del 96%), ya que las mujeres suelen ser monjas o familiares directas.
  • La residencia oficial está limitada a quienes desempeñan funciones esenciales.
  • Muchos ciudadanos vaticanos residen fuera del propio Estado —como diplomáticos en embajadas— y mantienen su pasaporte mientras dure su misión.

Un pasaporte efímero: cómo funciona la ciudadanía

El pasaporte vaticano refleja este carácter temporal:

  • Solo es válido mientras se mantenga el vínculo funcional con el Vaticano.
  • Existen tres categorías principales: personal (para residentes activos), diplomático (para enviados en misiones) y excepcional (por servicios extraordinarios).
  • Si se pierde el empleo o función vinculante con la Santa Sede, también se pierde el derecho al pasaporte.
  • Si alguien pierde la nacionalidad vaticana y no tiene otra nacionalidad reconocida, automáticamente pasa a ser considerado ciudadano italiano.

Comparación internacional: un caso único en el mundo

Mientras que en países como España o Francia existen leyes claras sobre adquisición automática de nacionalidad por nacimiento o descendencia, el Vaticano opera bajo un sistema completamente distinto:

PaísNacionalidad por nacimientoNacionalidad funcional
EspañaNo
ItaliaNo
SuizaNo
Ciudad del VaticanoNo

Esta exclusividad convierte al pasaporte vaticano en uno de los documentos más raros y difíciles de obtener.

Nacionalidades superpuestas

Casi todos los ciudadanos vaticanos conservan también su nacionalidad original (italiana o suiza principalmente). Así evitan quedar apátridas cuando dejan su puesto. La doble nacionalidad facilita los trámites diplomáticos y mantiene siempre un vínculo legal con algún Estado soberano.

Implicaciones sociales y religiosas

Esta forma de gestionar la ciudadanía responde a una filosofía propia: el Vaticano no aspira a ser un país tradicional, sino una sede espiritual universal cuyo principal objetivo es servir a la Iglesia católica en todo el mundo. Por eso:

  • No fomenta una comunidad establecida ni busca crear una “nación” en sentido clásico.
  • Los vínculos familiares y hereditarios no influyen en el acceso a derechos políticos.
  • Se prioriza siempre el servicio institucional sobre los intereses personales o familiares.

¿Puede cambiar este sistema?

Por ahora parece improbable. El modelo actual garantiza que solo quienes realmente trabajan para la misión espiritual del Vaticano puedan disfrutar —temporalmente— de sus derechos como ciudadanos. Esto mantiene intacta tanto su independencia como su neutralidad ante posibles presiones exteriores.

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