Esto engorda.
Ha pasado justo un año desde que Sánchez se encerró lloroso en el cuarto de baño de La Moncloa, diciendo que quería mucho a su mujer y amagando con tirar la toalla si los jueces y algunos periodistas seguían apretándole las clavijas y las cosas están bastante peor.
Entonces, el Juzgado de Instrucción número 41 de Madrid, presidido por el juez Peinado, acababa de abrir diligencias contra Begoña Gómez por tráfico de influencias y corrupción en los negocios.
Ahora, la ‘catedrática’ está imputada también por apropiación indebida e intrusismo profesional.
Sobre el hermano músico pesan incluso delitos como prevaricación y malversación.
El ‘diputero’ Tito Berni afronta cohecho, pertenencia a organización criminal, blanqueo de capitales, tráfico de influencias hasta falsedad documental.
De Ábalos y la recua del furgón de putas, no puedo añadir nada que no sepan. Y de que Aldama se reafirma en sus acusaciones y parece decidido a ir hasta el final y llevarse por delante ministros con mascarilla, tampoco.
Y justo en el primer aniversario de la ‘Gran Llorada’, van los de Google y WhatsApp y remiten desde Irlanda mensajes recuperados del móvil, que el fiscal general del Estado, el obediente García Ortiz, borró histérico el 16 de octubre de 2024, nada más enterarse de que el Tribunal Supremo lo había puesto en la mira.
Ignoro el contenido exacto y los detalles de lo que tiene ahora en sus manos el juez Hurtado, pero me da que en La Moncloa de Sanchez están sudando tintas y que García Ortiz se pasa las noches en vela, tratando de recordar exactamente que escribió sobre la filtración ilegal de los datos fiscales del novio de Ayuso.
¿Se acuerdan de que el pasado diciembre, durante una rueda de prensa en Bruselas, Sánchez exigió indignado que pidiéramos perdón a su fiscal, porque la UCO había encontrado vacío su teléfono?
¿Recuerdan que nos acusó de propagar ‘bulos y desinformación’?
Pues se lo va a tener que tragar.
Hay quien cree que al final, desde el Tribunal Constitucional, acudirá Cándido al rescate de estos maleantes. Abundan también los convencidos de que inventarán un defecto de forma. Los hay, incluso, que sospechan que se comerán el marrón funcionarios intermedios, de esos obedientes que no se atrevieron a pedir que las ordenes ilegales se las dieran por escrito.
Yo no. Yo estoy seguro de que con Sánchez a la cabeza, van todos para pasante.
Y si no terminan en prisión, que es donde deben estar, me voy a vivir a Portugal o a la fría Alaska, a ver osos y salmones, en lugar de políticos corruptos y caraduras.