Abróchense los cinturones y si son moteros o tienen un hijo con moto en casa, pónganse el casco.
En la España de Sánchez, el país con la tasa de pobreza infantil más alta de la UE, solo por detrás de Rumanía, donde un guardia civil raso gana poco más de 1.000 euros y el 20% de los hogares con menores no puede mantener una temperatura adecuada en la vivienda, será obligatorio ponerle aire acondicionado a los cerdos.
El Gobierno Frankenstein acaba de publicar en el BOE una disposición que obliga a los ganaderos a instalar ventiladores, calefacción o aire acondicionado en las granjas porcinas, para evitar el ‘estrés térmico’ de los gorrinos.
No se rían, porque van a freír a multas al que no cumpla.
Y vamos a lo importante, porque saltando de la anécdota a la categoría, se confirma mi tesis de que el proceso de agilipollamiento español es progresivo e imparable.
No me consuela que en otras latitudes, que en naciones de nuestro entorno, se perpetren estulticias parecidas.
Lo nuestro es para hacérselo mirar.
Hemos tenido de presidente del Gobierno a un sujeto como el socialista Zapatero según el cual España “es una idea discutida y discutible”.
Como vicepresidente, a un tabernero apellidado Iglesias a quien la palabra España daba ‘asco’ y que etiquetaba el Himno Nacional como ‘cutre pachanga fachosa”.
De ministras a tipas capaces de convertir en ley que basta entrar en la notaría como Paco y alegar que te sientes mujer, para salir convertido en Mariloli.
Y ministros plenipotenciarios que encargaban furgones de putas y colocaban a sus amantes en empresas públicas, para que cobrasen sin trabajar.
La lista es interminable y crece cada día.
No se si saben que la CNMC se va a dedicar también a examinar si los informativos de las televisiones tratan igual a hombres y mujeres. Si no se da la debida paridad, sanción de hasta 1,5 millones.
Damos por descontado que todos estamos a favor de idénticos derechos para mujeres y hombres, pero coincidirán conmigo en que esto de las teles es una estupidez política que vulnera el sentido común.
Y que para mayor inri, impone un Gobierno que va de feminista, teniendo en su nómina paisanos que se beneficiaban pilinguis de catálogo a cuenta del erario público.
Cierto a que esta cuadrilla, según las encuestas, todavía hay más de 6 millones de ciudadanos dispuestos a votarles otra vez, para que sigan chupando del bote, pero es que en España, damas y caballeros, no cabe un tonto mas.