Es legítimo que toda filosofía política o religiosa busque ganar adeptos mediante el uso de la palabra y la predicación. Lo que no es de recibo es la permisividad en la difusión y propaganda de aquellas ideologías o religiones, que propugnen el empleo de la fuerza, o la discriminación, con todos aquellos que no comulguen con sus dogmas, piensen diferente, o que simplemente no piensan nada, porque no les da la gana.
Lo que pervierte una filosofía política o religiosa no es la interpretación y aplicación que los hombres hacen de ella, sino su esencia programática; sus principios fundamentales.
Así pues, toda filosofía política o religiosa que en sus dogmas fundamentales prediquen el uso de la fuerza o la discriminación social, contra todos aquellos que piensan diferente, y que defiendan en sus ´principios y valores´ la desigualdad entre los seres humanos por razones de sexo, raza, o religión, deberían de ser prohibidas y perseguidas por ley, tal y como se hace con el nazismo en diferentes países del Mundo civilizado.
Soy cristiano, y mi religión predica la igualdad y hermandad universal de hombres y mujeres, por encima de razas y creencias, ya que todos somos hijos de Dios y gozamos de la gracia del libre albedrío. Prueba de ello es que en aquellos países cuya civilización ha sido construida sobre los valores y principios cristianos, se defiende por ley la igualdad de todos los ciudadanos, y la no discriminación por razón de por razones de sexo, raza, religión, o ideología… O por lo menos así era hasta la llegada de la dictadura ´woke´ y sus desigualdades ´políticamente correctas´.
Sin embargo los cristianos somos perseguidos, humillados y martirizados, en países del mundo donde la ideología política o religión mayoritaria es otra. Y lo somos, kafkianamente, en aplicación de esas mismas ideologías o religiones cuya práctica y enseñanza en nuestros países gozan de todo tipo de libertad y, en algunos casos, hasta de subvención pública, para su práctica y difusión.
En este orden de cosas, prefiero tener de vecino y amigo a un ateo tolerante y respetuoso con mis creencias, que a un fanático intolerante y sectario que intenta imponerme ´ sus verdades´, o a su dios, mediante el uso del terror y la fuerza.
Mientras seamos tan ingenuos de pensar que el terrorismo que azota Occidente se combate lloriqueando en manifestaciones de condena, banderas a media asta, y velitas encendidas en plazas públicas, nos van a dar hasta que se cansen.
La gran pregunta ahora sería si permitir la predicación de ideologías o religiones intolerantes con las demás, es tolerancia o, más bien, gilipollez suicida.